La vida consiste en intentar cosas. Y, cuando lo hacemos, el rechazo siempre es una posibilidad. También puedes sentirte rechazado en situaciones cotidianas, por ejemplo si tu chiste no ha hecho gracia, si nadie se acuerda de guardarte sitio en la mesa a la hora de comer o si la persona que te gusta de verdad habla con todo el mundo salvo contigo. Sentirse rechazado es lo contrario a sentirse aceptado. Solo significa que, una vez, en una situación y con una persona en concreto, las cosas no han salido bien. El rechazo duele. Pero es imposible evitarlo por completo. De hecho, no sería bueno hacerlo: las personas que tienen demasiado miedo al rechazo pueden no atreverse a intentar algo que desean.
Para muchos el sonido que acompaña a este movimiento es sinónimo de estar corrigiendo la posición de las vértebras. Lo cierto es que el chasquido que escuchas y la sensación de mejoría inmediata que experimentas puede no ser tan beneficioso como crees. A continuación evaluaremos por qué.
Predecir sentimientos. Imagina estar en esta situación: Un amigo te invita a una fiesta. Posiblemente ya hayas encontrado la respuesta al ponerte en su lugar e imaginarte cómo te sentirías. La mayoría de la gente en una situación similar suele sentir todas esas emociones de la A la D: enfado, tristeza, dolor y exclusión. No es muy probable que alguien en esta situación se sienta confundida, nerviosa, avergonzada o indiferente. Cuando somos capaces de entender de qué manera otros se sienten, podemos guiar nuestras interacciones con ellos. Saber que a ella no la han invitado, probablemente afecte la manera en la que respondas.